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Foto del escritorIgnacio De los Reyes

Informar en la era de la desconfianza

Actualizado: 4 oct



No es un momento fácil para los jóvenes que quieren aprender del mundo por primera vez: guerra, devastación por el cambio climático, polarización política dentro y fuera de México, e incertidumbre por las perspectivas económicas en su futuro.


La Generación Z parece necesitar más que nunca información que les ayude a entender las distintas crisis y oportunidades que atravesarán en sus vidas adultas. Y sin embargo, cada vez más expertos muestran preocupación por lo que consideran una fatiga o hartazgo de los jóvenes con las noticias. 


Un reciente informe del Instituto Reuters de la Universidad de Oxford alerta sobre la caída tanto en el consumo habitual de información periodística como en el interés por las noticias, especialmente entre los más jóvenes. Un cansancio y apatía que en algunos países se suman además a una bajada en la confianza de la población en las noticias (según este mismo estudio, en México ha caído 14% en solo cuatro años, hasta el 36% que dice confiar hoy).


Pero incluso en tiempos adversos hay motivos para el optimismo. La Generación Z cuenta con más acceso que nunca a las noticias de todo tipo, y en todos los formatos -desde un resumen de las noticias del día en un video de 1 minuto hasta un podcast serial para tratar un tema en profundidad-, con una diversidad de voces y puntos de vista envidiables para todos los que crecimos con tan solo una decena de estaciones de televisión, radio o diarios a nuestro alcance. 





Quizás como un antídoto contra el hartazgo por las noticias, una nueva generación de creadores y periodistas está aportando además una nueva manera de contar y explicar el mundo a través de sus redes sociales personales, con un estilo propio, más conversacional, y construyendo una comunidad de seguidores que ya no son espectadores pasivos de las noticias, sino que utilizan herramientas como los comentarios de los videos, o los “en vivo”, para preguntar al autor sus dudas sobre las historias, proponer temas nuevos que cubrir o incluso polemizar con otros usuarios.


El contenido de estos creadores, incluso el que a veces nos pueda resultar demasiado conciso para desarrollar temas complejos, puede ser una puerta de entrada al consumo de reportajes que aporten más contexto y profundidad, una chispa que pueda reavivar el interés de las audiencias por las noticias.


En las redacciones de los medios, muchos jóvenes periodistas han sabido aprovechar la oportunidad de tomar con éxito las riendas de los canales de redes sociales de sus empresas periodísticas, a veces un territorio desconocido -e incluso temido- por muchos de sus colegas. Algunos han lanzado además proyectos en solitario, como es el caso de la periodista británica Sophia Smith Galer, antes en VICE y ahora independiente con más de medio millón de seguidores en TikTok, y que además ha lanzado su propio chatbot de Inteligencia Artificial para ayudar a otros periodistas con sus videos verticales.


Incluso en distintas partes del mundo han surgido nuevas empresas que ponen el foco en la personalidad del periodista o del creador como el principal vehículo para ganarse la confianza de la audiencia, sin que le importe tanto al consumidor el respaldo de tener una cabecera centenaria o una redacción llena de premios Pulitzer, como quizás podría ocurrir con generaciones anteriores. 



Ejemplos como The News Movement en Reino Unido y Estados Unidos, que tiene las redes sociales como principal espacio de distribución y consumo de noticias (y cuyo fundador William Lewis fue recientemente fichado por The Washington Post como nuevo CEO), o Ac2ality en España, una cuenta de TikTok con resúmenes de las noticias que ya tiene más seguidores que las de medios europeos legendarios como BBC News o Le Monde, animan a cuestionarse si los jóvenes no están hartos de las noticias, sino más bien cansados de cómo les habían contado las noticias hasta ahora.


Esta nueva realidad, aunque esperanzadora por la diversidad de nuevas voces que comparten información, también presenta nuevos desafíos. En esta ola de creadores calificados, entrenados en periodismo y llenos de buenas intenciones también viven propagandistas y personas con fines loables pero sin el suficiente conocimiento o preparación sobre los temas que abordan (aunque, para ser justos, también esto podía ocurrir en el ecosistema de la noticia tradicional). 


Por eso, más que nunca es esencial considerar la alfabetización mediática como parte de la formación de los más jóvenes. Ya no solo deberán aprender acerca de cómo funcionan los medios tradicionales y cuáles son sus motivaciones editoriales, comerciales o políticas; sino también sobre los procesos e impulsos por los cuales los creadores eligen los temas, editan y publican sus videos, y cómo las plataformas comparten los contenidos noticiosos y políticos, priorizando o penalizando temáticas en su infinito ecosistema y siempre cambiante algoritmo.


Informarse bien en la era de la desconfianza y aprender sobre este cambiante paisaje mediático exige un compromiso entre consumidores de noticias, creadores de contenidos, plataformas y liderazgos políticos y académicos, que nos permita, al fin y al cabo, dejar de pensar solo en jóvenes usuarios para considerarlos como auténticos Ciudadanos. 






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